Asimov fue uno de los grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX, junto con otros como Clarke y Herbert. Además de inventar realidades, se interesaba por la divulgación y popularización de la ciencia, razón suficiente para merecer el agradecimiento de muchos, ya que así influyó para que la ciencia ficción se viera con un carácter más digno: no son sólo fantasías, sino una plataforma desde la cual se pueden ensayar ideas sobre nuestro futuro, la ciencia misma y nuestra propia humanidad.
«Sueños de robot» es una antología publicada en 1986, que contiene 21 cuentos escritos por Isaac Asimov. Todos ellos habían sido publicados previamente y sólo el que lleva el nombre de la colección fue nuevo. Por esta razón es que el prólogo de Asimov es una grata bienvenida tanto para sus nuevos lectores, como para quienes ya están familiarizados con él, pues hace referencias a ciertos cuentos e incluso se burla de sus propios errores, como sucede con «La bola de billar».
El primer cuento de la antología se titula «El pequeño robot perdido» y es una introducción encantadora a la ciencia ficción y a Asimov. Se presentan tanto su estilo como una narración amigable, pero con dilemas de lógica interesantes hasta para quienes no son ávidos del género. Asimismo aparecen sus muy famosas leyes de la robótica:
- Un robot no dañará a un ser humano, ni permitirá, por inacción que un humano resulte dañado.
- Un robot debe obedecer las órdenes que le den los seres humanos, excepto cuando entren en conflicto con la primera ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Los bellos sueños de robot
Parte de la genialidad de Asimov en este primer cuento (y en otras ocasiones) es que presenta un reto a sus mismas leyes. Si bien con ellas hace funcionar su la convivencia entre humanos y robots en su futuro imaginado, las modificaciones también son parte del conflicto.
El robot perdido al que hace alusión el título es uno en cuya programación fue omitida la mitad referente a la inacción en la primera ley. El problema es que por una orden torpe de un humano, el robot está escondido en un cargamento con otros más de 60 del mismo modelo, pero con la primera ley intacta. Si salen de la base en la que están, es posible que el robot perdido ocasione la muerte de uno o más humanos en diversas formas.
El cuento crea una competencia dinámica entre el intelecto de la doctora Susan Calvin y el robot que hace todo lo posible por no ser hallado por los humanos. El final, como muchos de Asimov, es repentino y contundente. Quienes lean esta antología pasarán por varios momentos similares, en los que una o dos oraciones al término de un relato bastarán para detonar reflexiones interesantes sobre temas como la existencia, la vida, la conciencia y la moral.
Todos los cuentos de «Sueños de robot» son interesantes y apelan a distintos gustos. Es probable que uno o dos, según cada lector, no sean ideales para todos. Sin embargo es casi imposible que exista alguien que no disfrute la mayoría de estas historias. También es importante mencionar que no todo en el libro se relaciona con robots, sino que los temas, estilos y elementos varían lo suficiente para mantenerse frescos a través de toda la lectura, y con el paso de los años.
Isaac Asimov ocupa la posición 24 entre los autores traducidos a más idiomas en el mundo, según la UNESCO. Los primeros tres lugares los ocupan Agatha Christie, Jules Verne y William Shakespeare, respectivamente. Si buscas disfrutar algunos cuentos en tus próximas lecturas, o estás llevando a cabo nuestro reto de lectura, te recomendamos con mucho entusiasmo «Sueños de robot», o alguna otra antología de Asimov.