Uno de los debates más grandes en filosofía, así como en diversas religiones, es el del origen del mal y su relación con la naturaleza humana. En la idiosincrasia judeocristiana existen diferentes posturas sobre el pecado original y su herencia al resto de nuestra especie. Para William Golding la sociedad en sí misma es uno de los mayores retos que enfrenta el ser humano y con ello, cada persona define sus valores reales cuando la supervivencia está en riesgo, como lo retrata en «El señor de las moscas».
Este clásico moderno trata una historia en la cual, durante la Segunda Guerra Mundial, un avión en el que viajan muchos niños cae cerca de una isla desierta. Los únicos sobrevivientes son los menores, algunos cerca de la adolescencia y otros mucho más pequeños. De inmediato se preocupan por sobrevivir y hallar la manera de indicar su paradero a aviones o barcos que pasen cerca del lugar.
Su organización primitiva incluye uno de los símbolos más reconocidos: la caracola. Quien la tenga en su poder, tiene el derecho de hablar en la asamblea de toda la comunidad, con lo que dicho objeto se convierte en el símbolo del poder y del orden. Poco a poco los roles de cada niño se definen, los conflictos se acentúan y los instintos naturales florecen, con lo cual vienen el miedo, la crueldad y la violencia, así como la justicia y la esperanza.
Una reseña pocas veces hace justicia a un libro, pero si algo quisiera decir claro es que las aparentes injusticias retratadas en El señor de las moscas, sí hacen justicia a las sociedades humanas del siglo XX. Lo más estremecedor es que aún en el siglo XXI no es muy distinta la realidad y esta novela se mantiene relevante.
Beelzebub atormenta a la sociedad
Las aventuras de los niños comienzan como ellos mismos: inocentes y expectantes. No obstante, con el paso del tiempo, Golding explora en «El señor de las moscas» las relaciones humanas ante la aparente falta de consecuencias y la renuencia ante la razón y la previsión colectiva, en aras de conseguir la satisfacción inmediata e individual.
Se definen dos grupos claros, cuya dinámica sirve para que los lectores reflexionen sobre sí mismos y la solidez de sus valores. Uno es el de los cazadores, quienes adoptan características tribales; el otro es el encabezado por Ralph, el protagonista que intenta mantener el orden tradicional de una sociedad contemporánea.
La responsabilidad, la interdependencia y la falibilidad de nuestros propios sentidos, son algunos de los temas explorados en esta historia protagonizada por infantes, pero que se aleja de ese público, tanto como los personajes lo hacen de la razón. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? ¿Quién está en lo correcto cuando la prioridad es mantener una sensación de seguridad y seguir con vida?
Si bien la narración está sesgada por causa del punto de vista de Ralph, también nuestro propio bagaje de representaciones socioculturales influye para caer en la trampa de apoyar al jovencito que intenta liderar para salvar a todos. No obstante, «El señor de las moscas» (significado de Beelzebub) se vuelve más interesante si se lee con un poco de cinismo y frialdad, para ver que todos tienen algo de razón y ciertas fallas, ante circunstancias en las que tienen todo que perder.