En todo ámbito humano, incluidos los audiolibros, se da el purismo y el elitismo tarde o temprano. Sea la disciplina más noble, como la búsqueda de la justicia y la defensa de toda víctima, o el placer de los juegos de mesa, habrá personas y grupos que fomenten apariencias de superioridad e impongan reglas arbitrarias e innecesarias.
Así pasa con los libros: por un lado está el debate de lo digital contra lo impreso, como si el formato importara para las palabras y el desarrollo de la historia y sus personajes. Por otro está el purismo que ataca a los audiolibros. Cada persona tendrá gustos diferentes y preferencias especiales o necesidades particulares: lo importante es disfrutar de las historias, comentarlas, discutirlas y compartirlas, no juzgar a los lectores.
Algo peculiar con el purismo es su tendencia a fomentar prejuicios, estereotipos e ignorancia. En el caso de los audiolibros, algunos los critican porque le dan un valor casi sagrado al hecho de pasar la mirada sobre tinta en un papel. Si somos extremistas, entonces los audiolibros deberían ser preferidos por su cercanía a nuestras formas más antiguas: la escritura apareció, hasta donde sabemos, alrededor de hace 8,000 años, mientras que nuestra especie tiene más de 200,000 años en el planeta.
Esto significa que durante milenios contamos historias de forma oral, acompañadas de música y rituales cada vez más complejos. La escritura ha sido uno de los avances tecnológicos más importantes de nuestra especie. Después de la aparición del ADN y la evolución de nuestro cerebro, fue el siguiente paso para almacenar y transmitir información. Antes de ella, perdimos mucho. Demasiado. Ahora tenemos al alcance mucho más de lo que podríamos aprender en mil vidas.
Audiolibros para quienes gusten
Lo hemos dicho una y mil veces: leer es leer. La tecnología nos facilita la vida (o debería hacerlo) y los audiolibros sirven para muchas personas que no tienen tiempo para leer como quisieran. Mucha gente los usa mientras conduce o va por la calle. También quienes quieren dedicar más tiempo a libros al día y deciden leer algunos y escuchar otros, como el mismísimo Stephen King.
Además, si de ahorro se trata, le ganan a libros físicos y digitales. Aunque los impresos, en sus ediciones más accesibles, ya compiten con los precios digitales, los segundos son usualmente más baratos y servicios como Amazon Prime regalan muchos títulos o les hacen rebajas casi indecentes. Los audiolibros suelen tener costos similares a sus contrapartes impresas, pero también hay descuentos importantes. En lo que ganan ante los ebooks es en que lo único necesario es un dispositivo móvil y un par de audífonos para disfrutarlos. Los libros electrrónicos pueden leerse en móviles y tabletas, pero disfrutarlos al máximo requiere un gasto extra en un lector electrónico.
Más ventajas
Claro, si hablamos de los beneficios de la lectura y los procesos del cerebro, involucrados en leer y procesar las palabras, contra los de escucharlas, los resultados serán diferentes (no por eso mejores o peores). No obstante, la primera razón para leer (o escuchar) un libro es porque nos gusta una historia o un tema llama nuestra atención, no por los beneficios secundarios que obtenemos.
Y ante quienes digan que los audiolibros han ayudado a proliferación de versiones condensadas o reducidas de algunos títulos. Si bien es una práctica común en dicho formato, y hay quienes consumen esos títulos de manera preferente, no es algo nuevo y ha sido una característica de la industria editorial desde hace décadas.
En lo personal no me gustan los audiolibros, pero eso no debe importarle a nadie más que a mí (y a quien me quiera regalar un libro). Una de mis razones es que no puedo concentrarme de la misma forma. Sin embargo confundir opiniones personales e imponerlas a otros como si fueran hechos elimina las oportunidades de aprender de los demás y discutir aquello que más nos apasione.