La invención de Morel es una novela que tenía pendiente. Me la debía a mí mismo desde que mi yo de preparatoria, en pleno uso de su procrastinación, no cumplió con la tarea de leerlo. Más tarde, en la clase que se discutió el libro, se enamoró de lo que compartían sus compañeros y se prometió leerla. Pasaron muchos años y sí, me arrepiento de haber tardado tanto en leer esta obra de Bioy Casares, que su gran amigo (mi amado Borges) calificó de novela perfecta.
La premisa es simple y no tan atractiva: estamos leyendo el diario de un hombre que huyó de la ley y llegó a una isla abandonada. La isla es pequeña y tiene una construcción no finalizada de algo que parece ser un museo. Para su sorpresa, al lugar parece haber llegado un grupo de amigos a pasar unos días de esparcimiento. Una mujer de este grupo se sienta a ver el atardecer algunos días y el protagonista queda cautivado con ella. ¿El problema? Además de ser fugitivo, la mujer parece ignorar al protagonista quien primero se esconde de ella, y después hace todo por llamar su atención.
¿De qué va realmente La invención de Morel?
Aquí habrá algunos spoilers. No revelaré todo, pero advierto que esta sección sí toco elementos importantes de más de la mitad del libro. Aun conociéndolos (como yo después de mis clases de preparatoria) es una delicia cómo se desenvuelve la historia.
La invención a la que hace el título es una construida por uno de los miembros que están de visita en la isla: Morel. Este le genera celos al protagonista pues lo ve hablando con Faustine, la mujer de la que se enamora. Además de no lograr llamar la atención de Faustine, el protagonista comienza a cuestionar su salud mental pues en una ocasión ve dos soles en el cielo. Asimismo un día no ve a los turistas por ningún lado y después de recapitular sus días más recientes concluye que alucinó a causa de la comida que ingirió.
El protagonista espía a Morel y se da cuenta de que quiere probar una máquina capaz de grabar y reproducir toda experiencia sensorial. Así como una cámara captura imágenes de momentos, la invención de Morel captura todo de la realidad; la esencia de las cosas queda para siempre.
Fin de los spoilers
El momento en el que se conoce el propósito de la invención (que va más allá de lo que escribí antes) cambia totalmente el ritmo de la novela, así como su profundidad. Es un terremoto que deja claro un antes y un después: ese después no da misericordia alguna al narrador ni a quien lea la novela.
Hasta antes de la revelación, me había gustado que los capítulos fueran breves, pero no me cautivaba la historia. Me daba curiosidad la explicación detrás de los fenómenos extraños que el protagonista experimentaba. Me intrigaba por qué Borges la consideraba perfecta. En especial porque algunas páginas me aburrían y no tenía mucha empatía por el protagonista y su obsesión con Faustine.
Tras la revelación, al igual que el narrador, entendí todo. De pronto la novela acelera e invita a reflexiones profundas sobre la vida, la muerte y sobre qué nos hace humanos. Asimismo sugiere posibilidades: unas fascinantes y otras aterradoras sobre la realidad misma. No, no solo sobre la de la novela, sino sobre la propia. A través de la invención de Morel, el protagonista cuestiona el propósito de la existencia, tanto propia como del universo mismo. Todo en esa pequeña isla, dentro de esa pequeña novela perfecta. Léela.