¿Cómo? ¿Todas? ¡Sí, todas! Es común que desde el momento en el que se anuncia la adaptación de algún texto, sea cual sea, haya un grupo de amantes del mismo (no todos) que pongan un grito en el cielo y se rasguen las vestiduras. Sin embargo aquí creemos que las adaptaciones de esos libros que amamos traen más beneficios que problemas.
Entendemos el amor que se llega a tener a ciertas lecturas. Todo lector sabe que algunos títulos y autores han conmovido su ser, y les han ayudado a descubrir sensaciones e ideas que no creían posible experimentar. Cuando una casa productora, que solo pone los ojos en el dinero, obtiene los permisos para llevar esas historias al cine o a la televisión (en la mayoría de los casos) la decepción a priori genera frustración y enojo.
Aún no podemos viajar en el tiempo
Uno de los grandes reclamos, pronunciado originalmente por un colérico lector sobre el letrero de Hollywood en California, y citado por millares de fanáticos alrededor del mundo a forma de coro, dice así:
«¿Por qué hacen eso? ¿No pueden hacer algo original? ¡Arruinarán la historia!»
Se dice que aquel primer indignado contra las adaptaciones, tras un momento de reflexión, cayó en cuenta de que los viajes en el tiempo no son posibles todavía e implotó, dejando atrás nada más que una manchita de bilis.
No hay forma en la cual la adaptación arruine la obra original. Por ejemplo, si mañana se hace una enésima versión para teatro, cine o televisión de Sherlock Holmes, las leyes de la física no permiten que ese material nuevo viaje al pasado y cambie las palabras de Arthur Conan Doyle que hoy tenemos impresas.
Lo que tanto amamos de un texto va a perdurar contra toda adversidad (sí, sí, cuando el sol explote no importará, pero eso es otra historia). Nada nos obliga a consumir la versión nueva y aunque es cierto que la originalidad hace falta en muchas de las grandes producciones de cine y TV, no conviene hacer corajes por una adaptación que incluso podría ser buena.
Algo que es necesario recordar, es que las adaptaciones siempre tendrán cambios. Si queremos la experiencia original intacta, leamos el original. La nueva visión, por el hecho de ser un canal diferente y usar otro lenguaje, tendrá diferencias y eso no la hace mala como regla. Un ejemplo es Starship Troopers de Robert A. Heinlein y su adaptación dirigida por Paul Verhoeven. Ambas son muy buenas.
La primera es un clásico de la ciencia ficción espacial, en el cual Heinlein aprovecha la ficción para ensayar sus ideas sobre un régimen militar mundial, en el se ha alcanzado una especie de positivismo y las ciencias sociales prueban que la democracia y los valores del siglo XX fallaron. Por su parte Verhoeven decidió usar la sátira (como en RoboCop y Total Recall) para retratar los beneficios y problemas de dichas ideas. Cada una sirve a un propósito diferente y una gran fuente de riqueza está en las discrepancias halladas.
Las adaptaciones atraen a nuevos lectores
Esto es lo que más nos debe alegrar de las adaptaciones. Muchas veces son el medio perfecto y de consumo sencillo, para que alguien se acerque a una obra o a la lectura en general.
Cuenta la historia que hace unos años, un joven universitario leía muy poco y un día vio Game of Thrones de HBO. Se enamoró de la serie y decidió comprar las novelas, que tardó en leer, pero amó más aún. Esto lo sacó de su zona de lectura cotidiana que era dominada por Borges, algunos clásicos y mucho Internet.
De hecho, esta historia, aunque persona, no es para nada única. Según los datos de Nielsen, las ventas de los libros de esta serie escrita por George R R Martin aumentaron en correlación con la popularidad de las primeras temporadas de la adaptación televisiva. Sí, ya eran populares en el nicho de la fantasía y estaban en las listas de los más vendidos, pero una oleada de nuevos lectores llegó gracias a la osadía de HBO y su adaptación.
Asimismo muchos lectores han nacido o crecido, a través de un primer contacto con la televisión y el cine. No son la manera ideal de fomentar la lectura y es mejor comenzar desde niños, pero son una oportunidad que no debemos desperdiciar.
Es fácil criticar, pero es mejor aprovechar los beneficios de las adaptaciones. En lugar de condenar a quienes «se esperan a la película», mejor invitemos a quienes la disfrutan a leer la obra original y descubrir algo más que les guste. Asimismo apreciemos las fortalezas de las versiones adaptadas, que permiten experiencias diferentes, que muchas veces son de gran calidad (pensemos en «El club de la pelea» y «Watchmen»).