En mi pequeña experiencia lectora me ha fascinado el realismo mágico como pocos otros géneros. Cuando me preguntan por dónde empezar para conocer el género tengo dos títulos ideales: «Como agua para chocolate» de Laura Esquivel y el cuento «La luz es como el agua» de Gabriel García Márquez. Si tuviera que calificar con pocas palabras esta novela clásica de Laura Esquivel, diría que es belleza y melancolía.
Es difícil hablar de un título que se ha vuelto un clásico: todo ya se ha dicho al respecto y de mejor forma, pero lo intentaré. Laura Esquivel nos cuenta una vida, la de Tita. También nos cuenta muchas vidas, las de las familias mexicanas y sus tradiciones. Nos cuenta nuestras vidas.
Como agua para chocolate: una novela en 12 recetas
Cada capítulo de la novela refiere a un mes del año y comienza con una receta. Cada receta es tan real como importante. Cada receta hace que Tita cruce el límite entre lo real y lo fantástico. Por ejemplo, en una ocasión Tita cocina un pastel de bodas, sus lágrimas caen en la masa y quienes lo comen sienten una terrible tristeza. En otra ocasión su sangre cae en otro platillo y causa un bochorno y excitación desmedidas peculiares en quienes lo comen.
Desde su nacimiento Tita está en la cocina (ahí comienza su vida literalmente) y también desde ese momento está condenada. Al ser la menor de tres hijas, su destino es no casarse, sino dedicar su vida a cuidar a su madre. La historia se desarrolla a inicios del siglo XX, durante la revolución mexicana, en el norte del país, en la casa de una familia adinerada en la que el padre ha muerto.
Esta realidad evita que Tita se case con Pedro, de quien se enamora desde la adolescencia y quien desposa a su hermana para estar cerca de Tita. Al mismo tiempo Tita crece criada por Nacha, la cocinera, quien le enseña todos los secretos de su arte, algo que hace feliz a Tita y le da un espacio para existir con breves respiros de la opresión materna.
La tradición se vive… y se muere
Pocas cosas son tan tradicionales como la cocina de un lugar o una cultura. Más aun la de las recetas familiares que alimentan a generaciones y son más que pasos a seguir. Se convierten en un ritual que conlleva responsabilidades y obligaciones específicas, para lograr el resultado final: el deleite.
Las tradiciones a lo largo de «Como agua para chocolate» son los extremos de la novela. Es por las tradiciones familiares que Tita odia y ama, llora y ríe, se resigna y se va, se afianza y pierde la razón, vive y muere. Las tradiciones familiares la mantienen oprimida y triste, mientras que las tradiciones culinarias le proveen de felicidad y de una verdadera familia con las mujeres que la crían y acompañan en realidad: Nacha, la cocinera; Gertrudis, hermana de en medio de Tita; y Chencha, la empleada doméstica. Ellas son su verdadera familia y la cocina es su vida y amor, que le permiten acercarse a todo lo que no le permiten tener.
«Como agua para chocolate» está llena de escenas memorables, acompañadas de platillos deliciosos. Algunos de estos momentos son sencillos, como cuando Tita cocina tranquila algún platillo. Otros, más peculiares y fantásticos, como cuando Gertrudis se va desnuda con un revolucionario de quien se enamora a primera vista gracias a las gotas que Tita sangró sobre la comida. Sin duda la novela entera es una delicia.