Nunca me había sentido como lo hice mientras leía «Distancia de rescate» de Samanta Schweblin. Las sensaciones desde el inicio fueron desagradables. Primero una especie de asco y morbo que solo duró un par de páginas. Después me abordó la incertidumbre y el miedo ante lo desconocido. Apareció una tensión desde la segunda o tercera página que no me abandonó hasta el final, si acaso lo hizo. Sí, también me causó ansiedad, desesperación, inquietud y más, pero la tensión jamás se fue. Eso me parece uno de los elementos de más admiración de la novela.
Samanta Schweblin logra mantener tensión durante toda una novela sin que eso agote, ni se vuelva plano. Lo más común al escribir es que la tensión se use en ciertos momentos y se relaje en otros para mantener un ritmo ágil y variado. Esta novela es ágil y variada sin quitarte nunca el nudo de la garganta. ¡Aplausos!
¿Qué es la distancia de rescate?
La protagonista de la novela es una madre que habla de cómo desde el momento en que nació su hija existe la distancia de rescate. Es la distancia a la que se mantiene siempre de su hija, como si fuera una cuerda que se tensa, pero siempre procura estar lo suficientemente cerca para salvarla de algún peligro. Conforme ha aumentado la edad de la niña, la distancia de ha hecho mayor que cuando era una bebé, pero a veces, cierta especie de instinto materna la vuelve a acortar. A veces la cuerda se tensa cuando la niña está en ciertas situaciones y la ansiedad de la madre aumenta. Esa sencilla premisa es equiparable a lo que la autora logra con sus palabras en quienes la leemos. Por lo menos lo logró conmigo.
A cada momento podía haber más o menos tensión, pero esta nunca desaparece y siempre es suficientemente incómoda para notar los peligros latentes alrededor. Es obvia su existencia: distrae, altera el ritmo de vida, desgasta y sin embargo no podemos identificar cada amenaza por separado. Son una y todas. Son, en parte, la vida misma. Así es como Schweblin me hizo vivir la distancia de rescate que la protagonista explica y sufre durante todo el texto.
¿De qué va la historia?
La trama es sencilla y alarmante: algo pasó. Eso ya la hace inevitable. Desde el inicio la narración de la madre protagonista es como respuesta a una especie de interrogatorio. La persona con la que habla también le da pedazos de información poco claros y su identidad es, en inicio, un misterio. A cada página esta persona guía a la madre hacia el evento que sucedió.
Queda claro desde el principio que hay poco tiempo y es necesario repasar los eventos que la madre narra con cuidado, pero a prisa. También es obvio que hay un momento específico que requiere particular atención para descifrar aquello que la aqueja. Ella no se encuentra en condiciones óptimas y es indispensable seguir recordando y relatando.
La historia que cuenta es la de una tarde con su hija en un día en un pequeño poblado. Todo parece rutinario y ahí es donde reside la magia de Schweblin: relata cosas perfectamente normales de manera que sabemos que algo anda mal. Los malos presentimientos en ocasiones son falsas alarmas; en otras simplemente no se concretan. No obstante sabemos de un inicio que algo desagradable o perturbador sucedió. Es indispensable descubrir junto con la narradora y su interlocutor qué pasó. Lo más apremiante es que ella misma dice que sabe que morirá pronto.
Más allá de la novela
La novela fue publicada en 2014, es decir, es reciente. En la edición de Almadía de 2019, la autora incluye una nota al final en la que relata que le ha parecido peculiar que el título de su novela se ha vuelto parte del habla cotidiana (por lo menos en Argentina). Logró nombrar algo que muchas madres comparten: esa distancia de rescate, ese siempre estar al pendiente de la seguridad de sus crías.
No cabe duda que Samanta Schweblin es una gran escritora y usa palabras sencillas de forma creativa para sumergirnos en historias intrigantes. Contar una historia es una cosa, pero manipular las sensaciones de quienes leen es otra más rara y de gran mérito. Atinar a nombrar una sensación o experiencia compartida por muchas personas es sin duda un feliz accidente.
Otra nota destacable es que Netflix coprodujo y ahora distribuye una adaptación de la novela. La duración es de 93 minutos y está dirigida por Claudia Llosa, con un guion hecho en conjunto por la directora y Schweblin. Y sí, me da miedo verla.