Mucho le debemos a William Gibson. Muchas de sus historias están llenas de futuros llenos de un pesimismo fabuloso, plasmados mediante un estilo directo, que avanza tan rápido como las vidas de sus personajes y el mundo en el que se encuentran. En «Neuromante» Gibson consolidó antecedentes de la ciencia ficción, para popularizar un subgénero de la misma: el cyberpunk.
En occidente Philip K. Dick y William Gibson son quienes causaron la popularidad y tendencia de la ciencia ficción hacia la exploración de escenarios no precisamente lindos. Una de las características de este subgénero es el contraste entre la tecnología ubicua y la bajísima calidad de vida de las grandes masas.
Si bien no hemos caído tan bajo de forma generalizada, no es posible ocultar las similitudes entre las pesadillas inventadas por Gibson y las consecuencias actuales del capitalismo: progreso tecnológico, desigualdad provocada, pobreza inescapable, ilusión meritocrática, desastres ecológicos, freno al ejercicio de libertades y derechos humanos, etc. Es irónico que los trabajos disminuyan y sean cada día más precarios, mientras que la tecnología se hace líquida, fluye por todo rincón, empapa cada aspecto de la vida y acentúa las desigualdades tales como la falta de agua potable a millones de personas.
La realidad imita a la ficción
Hablar de «Neuromante» es hablar de una gran novela de 1984 (qué simbólico), que dibujaba un mundo futurista en donde lo asombroso para los lectores es aquello que hoy en día escuchamos en las noticias de ciencia y tecnología; incluso aquello que ya nos es cotidiano. Gibson escribió sobre un espacio virtual global cuando no existía internet. En su novela se llama matrix y es básicamente un internet que se navega como realidad virtual y en el cual programas, personas y organizaciones tienen representaciones visibles.
En el centro de la novela se encuentra la regulación sobre la inteligencia artificial, la modificación del cuerpo y mente de las personas, la presencia en la realidad virtual como extensión del ser y la conciencia, la digitalización humana, el uso de órganos artificiales, y las consecuencias de un mundo en el que las corporaciones están por encima de todo.
Desde la existencia de internet, hasta la insistencia del cine y la televisión por mostrar las redes computacionales como realidades virtuales (pocas ficciones audiovisuales son más realistas como lo es Mr Robot), la realidad persigue a la ficción. En un libro es fácil soñar con el ciberespacio descentralizado, mientras que en la realidad toma años que surja, para que después Facebook acapare mercados y sea una fuerza de injerencia negativa en el mundo, mientras intenta crear un metaverso virtual.
Por alguna razón la ciencia ficción tiene fama de batallas espaciales, viajes en el tiempo y secuencias de acción increíbles. Y en realidad… sí tiene todo eso y es genial y divertida, pero en el fondo ofrece suposiciones y ensayos de ideas diversas. Asimismo permite reflexionar sobre el impacto de la tecnología y los límites de la humanidad misma, tanto en sus capacidades como en la esencia misma de nuestra especie. ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué nos hace únicos, si es que los somos? ¿Nuestro cuerpo es la frontera de quienes somos o podemos extender nuestra humanidad fuera de los límites con los que nacemos?
A todo esto, ¿de qué va Neuromante?
El protagonista es el exhacker Henry Case quien se quiso ver muy vivo en un trabajo e intentó traicionar a sus empleadores. Como venganza le inyectaron una neurotoxina que dañó sus nervios y ahora no puede conectarse a la matrix. Case toma trabajitos en el submundo de la ilegalidad y usa todo su dinero en distintos tratamientos en busca de uno que lo cure. En pocas palabras, si Case viviera en 2021, sería repartidor de cualquier compañía que precarice el trabajo como Uber o Didi y usaría sus propinas para pagar en clínicas clandestinas. Todo en zonas paupérrimas, llenas de tecnología, vida nocturna y sustancias ilícitas.
Armitage, líder de un pequeño grupo, junto con su compañera Molly, recluta a Case para un misterioso trabajo. Para este necesitan de sus habilidades únicas como hacker (sí, Matrix es una película muy influida por Neuromante, Ghost in the Shell y Los invisibles). Para convencerlo de colaborar, le ofrece una cura a su daño aparentemente permanente; volver a conectarse a la matrix es un sueño que parece inalcanzable para Case y la tentación es demasiada para negarse.
Armitage le da poca información sobre su misión a sus compañeros, pero la primera parte es infiltrarse en una corporación para robar un software. Lo que roban es una sorpresa para Case y quienes leen su aventura. Después la trama se complica por las motivaciones de fondo de cada personaje y descubrir la identidad de quien contrató al grupo. Asimismo las consecuencias de esta misión invitan a profundas reflexiones, sin dejar de lado momentos de acción insuperables.
No quiero dar más detalles por dos razones. En primer lugar no haría justicia a la historia de Gibson. En segundo lugar, los detalles de la trama son intrascendentes sin contexto, pues este invita a profundizar en sus ideas provocativas y aún vigentes. Sí, hay acción, peleas, viajes al espacio, ciudades distópicas llenas de neón, homenajes al afrofuturismo, simulaciones, simulacros y más. Sí, hay secuencias de hackeo y realidad virtual, artes marciales, disparos, persecuciones, drama, intriga, etc. Y todo eso no está cerca de expresar la mayoría de las emociones e ideas a las que invita Neuromante.